Chapter 41
Capítulo 41
Los dos se miran fijamente.
Raquel miró a Alberto, tratando de defenderse:
envié a la abuela, no voy a admitir algo que no hice.
Alberto, esa foto realmente no fue la que yonoveldrama
Ana tiró del borde de la camisa de Alberto: -Alberto, mírala, ya estamos en este punto y ella sigue negando todo, ¡sin ningún remordimiento!
Alberto la miró con frialdad, sin mostrar ninguna emoción: —Raquel, ¡pide disculpas ahora
mismo!
Le ordenó que se disculpara inmediatamente con Ana.
Raquel, con los ojos enrojecidos y su espalda delicada y erguida, respondió con una firmeza fría y desafiante: -Alberto, te lo repito, no hice esa cosa, ¡no voy a disculparme!
Los ojos de Alberto, fríos como tinta derramada, eran oscuros y profundos, llenos de furia: Raquel, parece que tu amiga Laura trabaja en una revista.
Un escalofrío recorrió su cuerpo, haciendo que Raquel temblara. ¿Acaso él pensaba que podía hacerle daño a las personas cercanas a ella?
Ana y María la miraban, con expresiones de triunfo y superioridad que la hacían sentir como si la estuvieran aplastando.
Raquel apretó sus dedos blancos, sintiendo cómo Alberto destruía toda su dignidad, dejándola
a merced de esos dos.
Las lágrimas de humillación brillaron en sus ojos, pero Raquel dijo lentamente: - Ana, lo
siento.
Se disculpó.
Ana sonrió: -Esta vez lo dejaré pasar, pero no quiero que se repita, Raquel. María, con una mirada altiva, añadió: -Raquel, ¿crees que apoyándote en doña Isabel lo conseguirás? El presidente Alberto ni siquiera te quiere.
Raquel palideció, perdiendo todo color en su rostro.
En ese momento, Alberto salió dando grandes pasos.
La habitación ahora estaba sola con Raquel, Ana y María. Raquel miró a Ana: - Ana, ¿esto es lo que llamas darme una lección?
Ana ya no pretendió ocultar nada. Con una sonrisa indiferente, dijo: -Raquel, te estoy
Capitulo 41
enseñando que, como mujeres, no debemos aferrarnos a doña Isabel, ¡sino a los hombres!
Raquel, sorprendida, preguntó: -¿Ana, fuiste tú la que envió esa foto?
Ana sonrió, pero no lo negó.
Raquel respiró hondo: -Ana, ¿cómo pudiste enviarle la foto a doña Isabel, provocando que ella te lastimara? Usaste métodos arriesgados, ¡todo esto fue una farsa que tú misma organizaste!
Raquel, no eres tan tonta después de todo. Así es, la foto fui yo quien la envié. doña Isabel no me gusta, ¿y crees que voy a intentar caerle bien? Te equivocas. No me gusta, pero eso es su pérdida, ¡haré que ella pierda a Alberto, su nieto querido!
Raquel, incrédula, miró a Ana: -¡Ana, esa es la abuela de Alberto!
Ana, con una sonrisa, respondió: -¿Y qué? Para mí, ella solo es un obstáculo en mi camino.
Raquel, furiosa, murmuró: ... ¡Loca!
Se dio vuelta y empezó a caminar hacia la puerta.
En ese momento, la voz de Ana resonó detrás de ella: -Raquel, esta vez solo fue una pequeña lección para ti. Recuerda, ni tú ni doña Isabel son rivales para mí.
Raquel estaba de espaldas a Ana, por lo que Ana no pudo ver su expresión. Raquel, lentamente, se puso de pie. En ese instante, la humillación, la vergüenza y la sorpresa desaparecieron de sus ojos, reemplazadas por una fría sonrisa, Oh, ¿es así?
Ana, te has alegrado demasiado pronto.
Raquel salió de la habitación. Afuera, la figura alta y elegante de Alberto estaba esperando, con un celular en la mano.
Raquel había marcado el número de Alberto anteriormente, por lo que toda la conversación entre ella y Ana ya había llegado a sus oídos.
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