La Guerra de una Madre Traicionada

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Capítulo 693

Capítulo 693

-Está tan guapa, tiene una habilidad increíble y además compone... Es hasta más impresionante que Marcelo.

-Para mí, el primer lugar este año tiene que ser de ella, no hay duda.

El público empezó a emocionarse, las voces se mezclaban en un murmullo creciente.

Rena se volvió hacia Elwood sin poder contenerse.

-Profe, ¿no había dicho que esa tal Sabrina no era para tanto? Pero lo que vimos... su nivel es brutal, hasta mejor que en los videos que vi.

Jonathan también se sumó, intrigado.

-La estuve observando muy de cerca todo el tiempo. Lo que hizo ahí arriba no se parece nada a un truco. Y cuando tocó la parte más complicada en re mayor, los dedos le corrían con una soltura que ni los mejores. Eso no es posible fingirlo.

Las piezas sencillas pueden prestarse para trampa, pero la que interpretó Sabrina, "Luz de Luna sobre el Mar", exigía una destreza fuera de serie. Era imposible falsear algo así.

Sandro se acercó, con una sonrisa misteriosa.

-Todos están diciendo que Sabrina es la más dura. Yo no estoy tan convencido.

Rena y Jonathan lo miraron a la vez.

-Sandro, ¿qué estás diciendo? Entre todos los aprendices del profe, pocos pueden competirle, ¿y tú dices que no es la gran

cosa?

Sandro se encogió de hombros.

-No digo que sea mala, lo que pienso es que, si el profe aceptó a la pequeña compañera como su aprendiz, pues seguro ella es todavía mejor.

En cuanto lo oyeron, Rena y Jonathan se miraron, los ojos les brillaban de emoción.

-¡Eso es! Si Sabrina es tan fuerte y ni así el profe la escogió, sino que prefirió a Araceli, ¿no quiere decir que Araceli es aún más talentosa?

En sus corazones, todos pensaron lo mismo: la pequeña compañera debía ser ese genio que solo aparece una vez cada

cien años.

La admiración por Sabrina se transformó en una expectativa creciente por Araceli.

Ellos, que habían llegado tan lejos, no le temían a los fuertes. Al contrario, ver a alguien aún más capaz les daba ganas de presenciar el siguiente acto.

Ahora solo querían ver a Araceli en el escenario.

En el camerino, Araceli observaba la pantalla. El gesto de Sabrina, sonriente y relajada, contrastaba con el asombro que el presentador ya no conseguía ocultar. Araceli se quedó tan rígida que casi parecía de piedra. Sus uñas se clavaron en la palma y, con un pequeño chasquido, se

rompieron.

La interpretación de Sabrina había rozado la perfección... y encima, era una obra original.

Araceli mordió su labio con tanta fuerza que casi se lo hizo sangrar.

A menos que lograra un milagro, superarla era prácticamente imposible. ¿Qué podía hacer?

¿Cómo iba a salir de esa?

¿lba a quedar en ridículo delante del profe y de toda la audiencia mundial?

En ese momento, su celular vibró.

Era Sebastián Fonseca.

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Y no traía precisamente buenas noticias.

-Araceli, ¿sabías que el show de Sabrina rompió el récord de la transmisión? Incluso lo vieron más personas que la final del año pasado. ¿Tienes idea de cuántos votos en línea lleva?

Araceli apretó el celular con tanta fuerza que los nudillos se le pusieron blancos. -¿Cuántos?

-Ya lleva un millón -respondió Sebastián.

Un millón de votos. No parecía tanto, pero apenas habían pasado diez minutos desde que terminó la presentación.

La dinámica de votación exigía registro con nombre real. Cada quien solo podía votar tres veces al día.

Para que Sabrina hubiera conseguido esa cantidad en tan poco tiempo, su popularidad debía ser monstruosa.

Araceli no pudo evitar despotricar.

-¡Un montón de gente que solo vota por la cara bonita!

Estaba convencida de que la mayoría de esos votos eran por el físico de Sabrina,

no por su música.

¿Quién, fuera de los expertos, iba a notar los detalles? El público común solo babeaba por las fotos y los videos.

¡Un rebaño de aduladores!

La frustración la ahogaba mientras veía acercarse su turno. No podía más con la rabia y la impotencía.

-Sebastián, aunque yo tocara igual de bien, con lo que Sabrina hizo hoy y lo de

su composición, tiene una ventaja enorme. Lo más probable es que pierda. Dime, ¿qué hago?

Sebastián guardó silencio unos segundos, luego habló despacio, como midiendo cada palabra.

-Tengo una idea que podría servirte.